—Esta es la última que me hago, se mintió frente al espejo.
No era la primera vez que lo decía, ni sería la última. Ya no sabía cuántas cirugías llevaba encima, cuántos retoques había sufrido su cuerpo, pero lo importante era que siempre quedaba una última, una que finalmente lograra llevarla a la perfección que tanto anhelaba.
Se miró un momento, analizando la nueva forma de su rostro, los suaves contornos que había conseguido con la última intervención. Las vendas apretaban su piel, pero no sentía dolor. O al menos no el tipo de dolor que le importaba. Sabía que se acercaba un poco más a la imagen de perfección que tenía en su cabeza.
El bisturí era su mejor amigo, su cómplice fiel.
Después de tantas operaciones, ya no temía a la anestesia ni las horas de recuperación. Había perdido la cuenta de los procedimientos a los que se había sometido, esto tampoco importaba.
Cada cicatriz era una victoria.
—La belleza cuesta, pensaba tratando de convencerse mientras se tocaba suavemente la piel estirada de su cuello.
El médico le había dicho que ya no necesitaba más retoques, que su cuerpo estaba en su límite. Aunque ella sabía que siempre había una forma de mejorar, de refinar lo que ya estaba bien. Nadie entendía el ansia que sentía por conseguir esa perfección imposible, aunque a ella no le importaba. Al final, la perfección siempre estaba al alcance de la mano. Si no lo estaba, era solo cuestión de un poco más de trabajo, un pequeño ajuste más.
Pensó en el primer procedimiento, en cómo temía que las cicatrices fueran permanentes o que los resultados no fuesen los que había imaginado. Pero luego, al ver los resultados, todo cobró sentido. Esa primera cirugía había sido solo un paso hacia algo mucho más grande. Fue una especie de transformación interior, en la que cada cambio, por pequeño que fuera, la acercaba un poco más a la versión idealizada de sí misma. A veces, se preguntaba si alcanzaría ese objetivo o si la meta siempre estaría un paso más allá, inalcanzable.
Se levantó del sillón y comenzó a caminar por su apartamento. El reflejo de las luces en los cristales de las ventanas resaltaba aún más la perfección de sus rasgos. Sintió una satisfacción fugaz por unos segundos, aunque, luego sin falta, la duda comenzaría a morderla.
—¿Será suficiente?", se preguntaba.
Había algo en su mirada que nunca terminaba de encajar. Una pequeña imperfección, un rincón oscuro que no podía corregir.
—Este es el último retoque. Después de esto, ya está, se mentía una vez más.
Pero esa mentira ya no le sonaba creíble. La promesa de una última cirugía era la misma que había hecho miles de veces antes, la misma que le había dado consuelo cuando la siguiente intervención se acercaba. Siempre había una razón para el siguiente paso, el siguiente ajuste. Y la idea de que alguna vez dejaría de hacerlo la aterraba.
Dejó el espejo y tomó su móvil. Había un calendario en su pantalla, y al buscar la fecha marcada, su corazón dio un pequeño salto. Dentro de unas semanas, cuando le retiraran las vendas por completo y los resultados se notaran, su rostro sería perfecto. O eso pensaba.
No se trataba solo de las cirugías en sí, ni de la obsesión por la perfección. Era la sensación de que, sin importar cuánto cambiara, nunca llegaba a sentirse completamente satisfecha. Tal vez era el reflejo en el espejo, esa imagen que nunca lograba proyectar lo que sentía por dentro. O tal vez era la constante comparación con las fotos retocadas que veía en las redes sociales, donde las mujeres parecían tener una belleza inalcanzable, esa que no parecía tener imperfecciones, ni arrugas, ni marcas. Ese ideal que a veces le parecía una fantasía artificiosa.
Mientras revisaba su perfil en redes sociales, vio una foto de una modelo famosa que había pasado por un proceso similar al suyo. Pensó en cómo se vería a esa edad, cómo luciría a los treinta años, cuando ya no tuviera que preocuparse por las imperfecciones de su rostro.
—Un poco más de trabajo, y estaré como ella, pensó.
Guardó el móvil y se sentó frente al espejo nuevamente. Analizó una vez más cada línea, cada forma. Las cicatrices, los nuevos contornos, la suavidad de la piel estirada. Y en algún rincón de su mente, aceptó lo que siempre sabía: siempre habría algo más por hacer. Porque, al final, lo que realmente buscaba no era la perfección, sino la sensación de, por un momento, sentirse completa.
© Texto e imágenes. Sgn. 2024
La fiel imagen de muchas personas en nuestro tiempo. Culto a la belleza sin límites, incluso anteponiendo su salud. Y lo hemos normalizado.
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