Curvas y más curvas que parecían no tener fin, como si estuviera metido en el interior de un tornillo que no hacía más que dar vueltas.
Aquello empezó a mosquearme, aunque ya había estado en ese aparcamiento en otras ocasiones, siempre que visitaba el centro comercial.
Lo elegía por la dificultad que entrañaba para acceder. Había que saber muy bien la ruta para poder llegar allí. Las sucesivas y permanentes obras en la ciudad habían convertido esa calle en una especie de lugar oculto pero que seguía teniendo uno de los aparcamientos mejor situados de la zona. Por eso me gustaba.